viernes, 18 de junio de 2010

Capítulo XI: Mi Vecino de Arriba, el DIA y Fiesta del Negro

Yo estoy ya por subir con un par de cervezas y decirle cuando abra la puerta: ¿Una partidita a las canicas?. Me tiene negro ese ruidito... Es algo así como: "pom-pom-pompompompom". El hombre no se cansa de jugar a las canicas, qué le vamos a hacer. Es cierto que el piso es tuyo del suelo al techo y la casa del suelo al cielo, y acostumbrado a no tener vecinos arriba (bueno, en Montequinto mi vecino de al lado tiene un perro y un cerdo -sí, un cerdo- que entretienen a Newton una barbaridad) tiene que haber cierta adaptación. Pero bueno, por lo menos no me ha tocado ni la vecina sorda ni la vecina loca. Me ha tocado el vecino que juega a las canicas.


Segunda historieta: Hoy, a la vuelta del trabajo, he decidido pasarme por el DIA. Antes no solía pasarme porque no aceptaban tarjetas de crédito. Un poco más y había que comprar las cosas por trueque. Pero bueno, lo han reformado y ahora sí las aceptan. Sorpresa cuando llego a la caja y me dice: Señor, la compra mínima son 11 euros (ó 12, sabéis que se me van los números). Qué complicado es comprar cuando no necesitas nada. ¿En qué gasto yo 6 euros? Teniendo en cuenta que lo llevaba todo en las manos, tenía que ser algo pequeño y caro. Sorpresa: la nevera está llena de Magnums (en pluralísimo) y Patri me quiere, si se puede, un poco más.


Hay ciertas lavadoras que se ponen en esta santa casa que son la fiesta del negro. Negro me pongo yo cuando tengo que emparejar millones de calcetines/medias/ejecutivos. Tod@s iguales y tod@s diferentes. Qué bonito es ser un yuppie.


¡¡Ánimo a aquellos que estáis de exámenes!!

2 comentarios:

  1. ¿Qué edad tiene tu vecino?
    Porque la idea de jugar es tentadora, pero nada mejor que hacer a partir de los 15 años puede hacer pensar que te hayan tocado tanto el vecino que juega a las canicas como el loco. :)

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  2. ¿Por qué después del Capítulo VIII va el XI? tanto trabajar te va a dejar disléxico =P

    A ver si nos vemos prontito, que hace una pechá (que son dos mijitas) de tiempo que no nos vemos

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